Reseña histórica
La ausencia de un patronazgo o fundación que propiciara la dotación económica de la capellanía establecida para mantener el culto de la Ermita es un claro indicio de la existencia de una cofradía responsable de atender y sostener su cuidado y atención desde mediados del siglo XV.
La primera referencia documental a la existencia de Hermandad de la Cinta se remonta al 30 de marzo de 1567, cuando el provisor del Arzobispado de Sevilla aprobó unas reglas de esta, tal y como se recoge en un manuscrito de 1727, que deja entrever la existencia anterior de la hermandad.
Ya aparece documentada en el siglo XVI. Leonor de Albornoz, en su testamento otorgado ante Juan de Segura el 12 de enero de 1576, declaraba pertenecer a la cofradía de la Virgen de la Cinta. Unos años después, en 1583, en una de las mandas del onubense José Hernández, se hace constar que acompañe a su entierro cuando muriese “la cofradía de Ntra. Sra. de la Sinta con su cera”.
Las reglas anteriormente citadas volvieron a ser aprobadas o confirmadas por el provisor Fernando Heras Manrique, el 19 de agosto de 1637.
Las últimas noticias de la Hermandad en esta primera configuración, la encontramos en la toma de cuenta del visitador arzobispal de 1707.
La Hermandad de la Cinta en el siglo XVIII pasó a conformarse como hermandad gremial, al encargarse del mantenimiento de su culto el “gremio de mareantes”.
De 1788, consta la descripción del Párroco de San Pedro, don José Amador Moreno, en su respuesta al cuestionario del geógrafo real don Tomás López, que define de manera nítida el funcionamiento gremial de la hermandad: «En el camino que gira a Gibraleón, como a un cuarto de legua de esta villa de Huelva, se venera en una muy decente ermita la imagen de Nuestra Señora, con el título de la Cinta, por la que tiene pendiente de su mano el Niño Dios en los brazos de la Señora. La especial devoción de los marineros viajantes la ha constituido en su patrona. Y formando cuerpo o gremio de hermanos, sacan de sus ganancias gratuitos dones, que invierten en enlucir y adornar el santuario, su entrada y hospedería». «Esta imagen no sólo se ha hecho célebre por el beneficio que confiesan deber a su devoción los marineros de este pueblo, que la invocan en fe sencilla en sus aflicciones, si también porque es un monumento de aquella antigüedad que se mira como en embrión de la memoria».
La hermandad , directamente gestionada por el Gremio de Mareantes, tuvo a sus expensas el culto a la Patrona de Huelva hasta la segunda mitad del siglo XIX, impulsando en 1858 la edición de la primera Novena ofrendada a su Patrona y abogada.
La desaparición del gremio de mareantes no es un deseo de sus miembros, sino una imposición del Estado, de acuerdo con un real decreto de 10 de julio de 1864.
Esto lleva a que el 23 de septiembre de 1866 varios vecinos de Huelva, José Vázquez, Sebastián Morales, Manuel Vázquez Quintero y Manuel Silvera explican en una carta dirigida al arcipreste de la villa, le informaban que “en nombre de los patrones, marineros y personas de esa población, una vez suprimidos los gremios del mar, al cual estaban asociados, habían convenido crear una asociación con la denominación de Hermandad de María Santísima de la Cinta y conservar así el religioso fervor que sentían hacia esta imagen”. Se trata pues de regularizar jurídicamente la hermandad, en la configuración que tiene vigencia hasta nuestros días, sin olvidar nunca el origen de la devoción y mantener en su nómina a los marineros de Huelva.
El 2 de octubre de ese mismo año se concedió la autorización, decretada y firmada por el gobernador eclesiástico, según mandato del cardenal arzobispo de Sevilla.
El 6 de julio de 1889 Patricio Bravo Reyes, hermano mayor de la Hermandad de la Virgen de la Cinta, comunicaba al arzobispo de Sevilla que desde tiempos remotos existió un gremio de mareantes, constituido legal y canónicamente en la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción de Huelva. Este gremio tenía la obligación de dar culto a Nuestra Señora de la Cinta en su santuario del Conquero, pero una vez suprimidos los gremios por disposición civil, se creó una hermandad, la cual se había regido por sus estatutos, aprobados el 9 de junio de 1870.
Sin embargo, la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos obligó a la Hermandad a celebrar cabildo general el 8 de septiembre de 1888, acordándose reformar los estatutos y solicitar la oportuna licencia. Este trámite administrativo siguió un largo proceso; así, todavía en el año 1900 el arzobispo de la archidiócesis hispalense, Mons. Marcelo Spínola, remitía los estatutos de la Hermandad al fiscal general del arzobispado, para que fuesen examinados, dictaminándose que se devolvieran de nuevo a la junta directiva de la Hermandad porque no se ajustaban a las prescripciones del prelado.
El 7 de octubre de 1922, Manuel Siurot, siendo el hermano mayor, solicitaba la aprobación de la Hermandad de la Virgen de la Cinta, pues, aunque desde muy antiguo se venía admitiendo por todos su existencia, no había constancia de que se hubiese erigido canónicamente y lo único que conocía de sus estatutos era el proyecto realizado en 1895, con las modificaciones que el Código de Derecho Canónico, promulgado en 1917 por el papa Benedicto XV, exigía. Cuatro días después, el 11 de octubre, los estatutos de la Hermandad de la Virgen de la Cinta, establecida en la Parroquia Mayor de San Pedro de Huelva, pasaron al tribunal eclesiástico.
El fiscal general, el 23 de ese mismo mes, declaró que se ajustaban a las prescripciones del Derecho Canónico, por lo que no veía inconveniente en su aprobación. El 25 de octubre de 1922 el vicario general de la archidiócesis aprobó los estatutos de la Hermandad de Nuestra Señora de la Cinta.